Frustra ver que el presidente Duque ha tenido el peor arranque de nuestra historia desde que se impuso hacer balance de los primeros 100 días de gobierno. Que le haya ido tan mal ante la opinión al presidente más joven que recordemos, es doloroso.  Y preocupante, si sabemos que  fue elegido en buena parte con votos que recibió por el temor que produjo la amenaza del advenimiento de un posible gobierno de corte neocomunista. Preocupa que un amplio porcentaje de colombianos que por esa razón votaron por él, hoy se muestren frustrados según la encuesta de esta semana, lo cual supone que la opinión se dividirá hacia posiciones más radicales.

La izquierda y millones de jóvenes no se moverán en torno del nuevo Gobierno; por el contrario, las desconcertantes papayas que miembros del gabinete de Duque y alfiles naturales de este en el Congreso han protagonizado de la manera más ingenua, no hacen sino prever que la cadena de errores no cesará, a menos que el presidente asuma un papel de líder más fuerte y recomponga parte de su plantilla con gente con mayor olfato político.

Su decisión de contar con ministros mayoritariamente técnicos no tuvo en cuenta que una porción importante del gabinete debe representar a los partidos que apoyan al Gobierno. Esto, que ha sido satanizado, con razón, por cuenta de la inveterada repartija de mermelada, no puede llegar al extremo de elevar, como en una nube inmaculada, a un gobierno que tiene que pasearse todos los días por los pasillos de un Congreso que no está compuesto por ángeles. Para rematar, el ministro que ha soportado la más alta responsabilidad de entenderse con nuestros parlamentarios esos 100 días aciagos, es hoy tal vez la persona más rechazada por los colombianos de a pie: Carrasquilla, cuesta decirlo, es  el lastre más grande del Gobierno.

Como hay muchos intereses apostando para que al presidente le vaya mal; y por cuanto a nivel nacional e internacional harán todo lo posible para que no pueda cumplir con las altas expectativas que generó por su inteligencia, discurso y juventud, algo en lo que están empeñados tantas y tantos, en vez de repudiar prematuramente a este Gobierno que apenas comienza, más bien debemos no solo ofrecerle un voto de confianza, sino también buscar los medios para que Duque entienda que no hay mucho margen para errores; que aún puede persistir en proyectos malmirados si es claro que con ello enruta al país hacia la senda del crecimiento y la equidad; pero que no insista en aquellos que, como el IVA a la canasta familiar o el castigo a las pensiones, son altísimamente impopulares, pues de la virtud de la persistencia a la terca impertinencia no hay sino un paso.

 

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