En la reciente temporada, tan movida, tuve la fortuna de estar en varias reuniones separadas, con destacados artistas, políticos, empresarios, funcionarios (incluidos judiciales), líderes sociales, intelectuales de izquierda, en fin, una variada gama de personalidades de los mundos local, nacional y externo. Obviamente, un tema impajaritable fue el futuro de Cartagena.

Entre las cosas que me llamaron la atención fue cómo cada grupo ve en los otros la responsabilidad de la vergonzosa situación institucional de la ciudad en los últimos años: aquellos culpan a los políticos, estos a los empresarios, los otros a jueces y fiscales, y así, nadie pareciera ver la viga en el propio ojo. La cosa es peor cuando se agregan las pasiones derivadas de las ideologías, que son pesados fardos que desajustan la objetividad, y sólo profundizan los disensos.

Estoy convencido (y así piensan muchos), que la responsabilidad es compartida, entre todos, casi sin excepciones. Sería interesante ver quién tira la primera piedra como carente de culpa. Porque en todos los ambientes estamos fallando. En las familias, por la manera como nos tratamos como parejas, o como educamos a nuestros hijos; en las oficinas y talleres, por el mal ejemplo que damos o el mal servicio que brindamos; en el vecindario o en la copropiedad, por lo inconsecuentes que somos como vecinos; en la vía pública, por cómo adoptamos decisiones egoístas e irreflexivas al conducir vehículos o en el comportamiento peatonal; por el desprecio a mantener un ambiente limpio y sano; por las trampas en las relaciones con las autoridades; por la tolerancia con quienes hacen daño a los demás, y un largo etcétera. Pero, especialmente, porque el Gobierno no es un ente abstracto, sino que está conformado por personas como el vecino, el amigo, el pariente o el conocido, cuando habitual o esporádicamente ocupan (u ocupamos) un cargo público.

En todo caso, me genera gran entusiasmo y fe en que vendrán días mejores para la ciudad, saber que de entre esos grupos se están gestando movimientos sociales y comunitarios para cambiar las malas costumbres políticas y cívicas. Son varios, incluso, los que se están agrupando para lanzar candidatos a la Alcaldía y Concejo Distrital, para que se comprometan a sacrificar los siguientes años de sus vidas para rescatar a Cartagena y retornarla a la normalidad institucional, al servicio del interés general.

Habrá que hacer un esfuerzo para que en algún momento esas fuerzas se encuentren y formen una gran alianza, con desprendimiento de vanidades inútiles e ideologías incompletas, porque el objetivo de todos sólo debe ser recuperar a Cartagena de Indias.

*Abogado

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