Desde que Claudia López y su pareja, Angélica Lozano, asumieron el liderazgo más visible de la consulta anticorrupción, analistas de diversas corrientes pronosticaron que esta iniciativa no alcanzaría el umbral. Ya era difícil que pasara aun sin ese liderazgo, por la consabida apatía de las mayorías históricamente abstencionistas y por la justificada falta de fe en nuestras instituciones.

Quedó patente que cualquier iniciativa que no sea de origen puramente ciudadano está condenada a perecer bajo la realidad de un país profundamente dividido en dos visiones distintas del desarrollo económico y social. Por un lado, el que va del centro a la izquierda; y por el otro, el del péndulo hacia la derecha.

La consulta anticorrupción es de aquellas que, por su naturaleza intrínseca, esto es, con independencia de quiénes la formulen o lideren, debería unir masivamente a una nación: son declaraciones de principios y valores teóricos y prácticos que no dañan a las mayorías, y que contienen mensajes fuertes contra lo protervo. Sin embargo, por el origen de esta consulta, proveniente de miembros reconocidos de la clase política, como Claudia y Angélica, en vez de unir, polarizan. Y esa polarización se reflejó en los mensajes dispares de otros destacados miembros de esa misma clase política, quienes en público animaron la procedencia de la consulta, pero en privado la desaconsejaron por considerarla una coartada de contradictores ideológicos.

Ni menos decir de los abundantes mensajes que difundieron y multiplicaron millares de espantados con la amenaza del castrochavismo, la penetración de ideologías de género y del poderoso lobby gay del que habló el papa Francisco.

A no dudarlo, la consulta anticorrupción, como otras recientes iniciativas y actos históricos que debieron unir al país, para colmo de nuestros males, también lo separa. Esto me recuerda lo equivocado que estaba cuando en el mandato de Uribe Vélez crearon un lema que me molestó pues no sentí que nos interpretaba, “Colombia es pasión”, el cual nunca pegó. Ahora, a la distancia, veo que esa pasión existe, que puede infortunadamente definirnos, y que nos viene causando enorme daño.

Haciendo un parangón, en esto somos muy parecidos a los españoles, que están tan fracturados como nosotros, y siento como si estuviéramos calcando su historia oscura, llena de corrupción, odios, envidia, resentimientos, soberbia, discriminación y tanto otros defectos, como heredados de la madre patria.

Como estamos, a Duque le costará mucho trabajo hacer un mandato que mantenga una sucesión de gobiernos de derecha. Ya es de esperar que tenga la habilidad de corregir un mal inicio por cuenta de congresistas y ministros que parecen tener vocación de pirómanos.

Nicolás Pareja Bermúdez*
npareja@np-asociados.com

*Abogado

 

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