No recuerdo ahora dónde leí que un influyente militar, refiriéndose al próximo Gobierno nacional, indicó que la guerra comenzaría de nuevo. Pienso que el asunto se anticipó, antes de la posesión de Duque, con el llamado a versión libre (o indagatoria, no lo tengo claro) del expresidente Uribe.

Los que desean un retorno a la formalización de la continuidad de la guerra, de ambos lados de las dos extremas, deben estar de plácemes; si se necesitaba de alguna chispa para volver a encender al país, por cuenta de la citación a Uribe por la Corte Suprema, el escenario queda servido para una mesa suculenta, que nos tendrá en distracciones superiores a la novedad de la marcha del gobierno de Duque.

Y será el presidente electo el que más pierda: no es lo mismo tener a Uribe sujeto a los avatares del Congreso, como pez en el agua, preparando discursos, estudiando documentos, coordinando y liderando reuniones internas de su bancada, cuadrando estrategias de lucha política… en fin, con el tiempo copado en mandar como líder de su partido, que por fuera del Congreso, todo el tiempo respirándole en la nuca a Duque, ya sin las distancias debidas entre el congresista y el presidente.

Ni qué decir de la izquierda, la segunda perdedora en esta formalización de la confrontación de las dos visiones de país: allí tendrán, por fuera del Congreso, a su principal contradictor, el que les batalla de frente y al único que parecen temerle, con el tiempo suficiente y la libertad de mente para diseñar la siguiente movida y el próximo porrazo.

En tercer lugar, la Justicia: porque no han podido escoger un momento peor para este llamamiento. Después de todas las noticias sobre hechos bochornosos en la Corte, para nadie sería extraño pensar que la línea ideológica que la gobierna debió de ser más estratégica, y que a ese nivel parecieran no importar los alegatos jurídicos sino las razones políticas. Si se necesitaba de una excusa para que el nuevo Gobierno concrete sus amenazas de reformar a la justicia judicial, el plato está servido y el postre serán las carnitas frescas del Ubérrimo.

Preparémonos para el despelote que se avecina; los augurios serían risibles en esta nueva comedia que nos abren tanto detractores como aliados de Uribe, de no ser porque lo que está en juego es la posibilidad de salvar el proceso de paz, al que le faltan amigos.

No entiendo la ceguera de las pasiones de estos candorosos que nos lideran: por mi parte, prefiero a Uribe con sus Crocs arengando en el Congreso, que por fuera del hemiciclo, con las botas pantaneras dispuestas para la continuidad de la guerra.

*Abogado

 

Leer en El Universal