En su pasada columna, aquí en El Universal, “Quique” Rumié propuso a los propietarios de inmuebles en Bocagrande, Castillogrande y El Laguito (Bocala), que no esperemos más respuestas del Gobierno distrital y busquemos de una buena vez nuestras propias soluciones. La propuesta plantea enfrentar las inundaciones frecuentes de agua salada que se originan en la bahía, desde la esquina Gonzalez-Porto hasta el Club Naval.

Es obvio que respaldo esa iniciativa, y me causa agradable sorpresa encontrar que en tan poco tiempo no sólo ya van 3.412 personas que la han signado mediante su firma digital en la página Change.org, lo cual no tienen precedentes en nuestra comunidad y es una muestra de su gran aceptación entre los residentes de Bocala, sino que también se constituyó un grupo de vecinos para coordinar todos los aspectos legales, financieros y de comunicación, de una parte; y por la otra, la puesta en marcha de grupos de trabajo con la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos de Bolívar, y de Camacol, para sus aspectos técnicos.

No sólo se recibió el apoyo y consejos de El Universal en su Editorial del pasado 31 de octubre, sino también del columnista de este diario, Miguel Yances Peña, quien advirtió de dos riesgos de la propuesta, que son la avidez y egoísmo de nuestra clase política, que hará lo posible por ponerle trabas al proyecto, y las dificultades de recaudo de propietarios morosos, si la obra se hace por concesión.

Sobre el primer riesgo, que es dolorosamente real, pudiera morigerarse con una unidad férrea y copiosa entre los residentes de Bocala, ante lo cual es factible que la clase política se repliegue y renuncie a ser un obstáculo, para no perder votantes entre estas huestes. Y frente a lo segundo, podría reducirse la morosidad si se realizara la obra mediante una APP con Acuacar, que pudiera cobrar lo debido por valorización vía facturas.

Hay que apostarle a que la propuesta sea todo un éxito y que concluya con la ejecución de las obras y la puesta en marcha de la solución al problema, pues si se logra, se abriría paso a soluciones similares para otros barrios que han venido esperando del Distrito respuestas efectivas que no llegarán. Porque, y duele decirlo, la desconfianza en nuestra clase política local ha llegado, con razón, a niveles alarmantes, que comienzan a rayar con la deslegitimación del Estado y la decepción absoluta por las ideologías. Afortunadamente, llegó al Palacio de la Aduana un hombre de la talla de Pedrito Pereira, quien puede aprovechar sus meses de mandato para darle la bendición a esta iniciativa ciudadana que puede recuperarle un poco de credibilidad a nuestro maltrecho régimen politiquero.

Nicolás Pareja Bermúdez*
npareja@np-asociados.com

*Abogado

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