Es tiempo de hacer el balance sobre los resultados personales de 2018.

Siempre lo hago para estas calendas. Después de hacer ese balance interior, lo escribo detalladamente para compartirlo con mi mujer y mis hijas y con quienes viven en mi hogar, que son mi familia también; con ello procuro que se genere en esta iglesia doméstica que es mi casa, una unidad de propósito y de dirección, en busca de que ningún viento la destruya.

No recuerdo cuándo me dijeron que un hombre que no revisa periódicamente quién es, qué quiere, para qué sirve y para dónde va, es como una veleta en manos de un mal capitán. Y seguramente también un mal miembro de familia, porque el que vive la vida al son que le toquen, sin profundizar sobre lo que ocurre a su alrededor, o con las personas que le son caras, o dentro de sí, no es más que un cobarde que se escuda en las culpas ajenas o en las cosas de la vida, o en el destino o en el mal gobierno o en cualquier otra cosa que sirva para ocultar la debilidad y la pusilanimidad que cuecen los fracasos y debilidades que solo brotan de uno mismo.

Por supuesto que abundan las personas a las que, producto del hogar en el que les correspondió en suerte nacer, o en la deficiente educación recibida en los primeros años, o los traumas tempranos, o por las excesivas carencias, les cuesta mucho organizar y tener un mejor control de sus vidas; pero en cualquier ambiente es posible reponerse, levantarse erguido y salir a luchar con denuedo por la vida, para dar amor a quienes nos rodean.

Estas épocas son propicias para detenerse a valorar en qué y por qué hemos fallado, no para lamentarse, sino para redefinir las decisiones que debemos tomar para mejorar el estado de cosas, o para paliar una situación que va más allá de nuestras fuerzas. Porque todo está en la mente. Todas las guerras se libran primero en la mente humana, razón por la que tenemos la potencia de superarnos un poco cada día, y de hacer algo más para mejorar nuestro entorno y nuestro ser interior.

Un poco de orden, mucha voluntad, persistencia, prudencia y, para algunos de nosotros, fe inquebrantable, son fórmulas universales que siempre han estado disponibles, recomendadas por los grandes, que nunca fallan.

Así que, amable lector, si no lo ha hecho aún, póngase ya a redactar su Plan de Vida 2019. Incluya las líneas que importan: la familia (los amigos), el trabajo (los compañeros de trabajo), la salud, la cultura, la economía y la vida espiritual. No se necesita más. Y si surge un traspié en la ejecución del Plan, si caemos, pues nos levantaremos enérgicamente. A recomenzar… ¡siempre!

Nicolás Pareja Bermúdez*
npareja@np-asociados.com

*Abogado

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